jueves, 1 de septiembre de 2011

Vaaamo de nuevo...

Perdí la cuenta cuántas veces dejé el cigarrillo. En cada intento, siempre, hay un llamadito desde un lugar... una vocecita rompepelotas que me quema el marulo justo ahí cuando estoy dando la última pitada, como diciendo "fumalo pero con culpa".  Así es siempre, una semana, dos, tres, hasta cuando decido ponerle un punto. Me miro al espejo y me digo: ¿Cuándo decidiste que te gustaba el pucho? Me mortifico una semana fantaseando mi muerte por asfixia con cáncer de pulmón, miro las ARAÑITAS horribles que me salieron, huelo mi aliento asqueroso, pierdo el colectivo "por fiaca", me tomo todos los taxis y me lo trago todo.

Habré tenido cinco años cuando le robé a mi vieja un pucho de la cartera. Me paré frente al espejo del ropero de mi dormitorio (de esos viejiiisimos que tienen tres puertas), en pose imitándola en sus movimientos. FAS CI NA DA estaba con la manito de mi vieja cuando fumaba. Me encantaba cómo fruncía la boca y arqueaba las cejas; cómo copaba la parada en las conversaciones... Quería ser ella.
Fui testigo de horas de puteadas de mi papá combatiendo el humo de mi vieja. "Papinooo, ¿te puedo contar algo? Yo cuando sea grande, no VOY A FUMAR COMO MAMÁ, SABÉS", le decía al viejo. "Eso espero", "Esperá a crecer y después vemos" me contestaba el muy zorro.

Por varios años mantuve dormida mi inclinación a la manito que se movía, la boca que se fruncía y las cejas que se arqueaban...Durante gran parte de mi adolescencia era una grandulona que no tomaba alcohol, no fumaba, hacía deporte, salía a correr. Cuando iba de matinee tomaba coca o un jugo de durazno. Así y todo, me sentía re aburrida, tenía que "llenar algo".
Estaba en quinto año y un par de semanas antes, decidí que quería ir a Bariloche con mis compañeros. Mis viejos gestionaron todo...Y también me fui acercando al grupo que fumaba en el patio de atrás en los recreos; me fueron dando cabida, pero me faltaba algo para sentirme completamente parte. "¿Qué voy a hacer cuando vaya a Bariloche?" Hablé seriamente con un amigo, y le dije: "Necesito que me enseñes a fumar".

La primera pitada fue horrible, pero me la bancaba... ya sabía cómo era lo de la manito, la boca y las cejas....Y empecé mi carrera de compra de Marlboro, Yves Saint Laurent (los mentolados eran wow), Benson & Hedges o de cualquier cajita copada.
Después empecé la facultad. Fumé durante toda la carrera...Prometí dejar para cuando me recibiera. Me enfermé. Dejé de fumar. Me recibí. Volví a fumar... dejé y volví. Otra vez dejé y volví. Y así, ya no sé cuántas veces.
Acá estoy, cuarto día sin tocar un pucho. Estuve en cama por una angina roja (no sé todavía por qué le dicen así), fiebre, tosecita seca, fea.
No prometo nada. Veremos cómo sigo sobre los frentes de batalla que se me aproximan. Mientras tanto, veo cómo reeduco la manito, la boca y las cejas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario