viernes, 2 de septiembre de 2011

Bienvenidas las semillitas de lino

Si no toco un pucho hoy, sería mi quinto día de esta travesía... y hace cuatro que no pasa nada. Me siento con seis meses de embarazo de comida.
Toda esta semana tomé activia, pero no me sale el culo ni la sonrisa de Catherine Fulop. Voy devorándome unos cinco kilos de naranjas, con mate de tibio a frío, como recomiendan, pero no hay caso.
Veinte años de pasar de nutricionista en nutricionista no son al pedo (soy casi una nutricionista pero sin el titulo): me acordé de las semillitas de lino, que son anticancerígenas, reducen el colesterol, tienen Omega 3, por eso ayudan a que el pelo se vea sano. Y además "te ayudan a mover el vientre" (que horrible suena... me viene la imagen de una odalisca friolenta sentada en un inodoro).
Vamos de nuevo con Semillas de lino.

La preocupación existencial del día
Cada vez que decido dejar de fumar subo mínimo cinco kilos. Sólo en una oportunidad bajé de peso a la par que abandoné el pucho. Fue con pastillas homeopáticas. Bajé 15 kilos en dos meses. No toqué un pucho por ocho meses, tampoco alcohol. Estaba, MAS LEEEEEENDA QUE NUNCA. Pero vivía con un acelere insoportable. Vivía arriba de una bicicleta, iba ocho horas semanales a clases de danzas clásicas más otro par al gimnasio, más cursar en la facultad. Parecía la loca de Flash Dance andando por la ciudad pero sin mameluco y sin saber soldar.
Un día me miré al espejo y no podía creer lo delgada que estaba. Estaba flaquita, flaquita, flaquita. Pura fibra era. Todo me seguía de largo. Y me agarró un ataque frenético por salir a comprarme ropa acorde con el cuerpo que estaba reconociendo. Tenía taaaaaaantos gavilanes dando vuelta alrededor mío como inseguridades. No voy a contar acá el rollo de las inseguridades, que fueron muchas, pelotudas, con argumentos insustentables, pero que me hicieron vivir un infierno. Algo de cerebro me quedaba y podía encontar el desencadenante de ese infierno: las pastillas homeopáticas.
Un día me agarró un bajón, y un amigo me dijo: "Pero Negra, dejate de jodeeer, vamos a tomar algo a un barcito en Olivos". Era un kiosco con mesitas el barcito. Me pedí un cafecito; mi amigo, un vino. Mi amigo me insinuó cuánto le había costado el vino (era caro, en época de uno a uno)... "No sabés lo que te estás perdiendo", me largó. "A ver che", y lo probé. "Está rico". Le pedí un vaso a la piba que atendía y me empecé a bajar el vino con mi amigo. Me relajé, charlamos laaargo y tendido; hasta que en un momento le largué: "Che ¿vos no tendrás un pucho que me convides?"
Y ahí no más largué las pastillas homeopáticas para adelgazar... plus unos días en San Pablo con mis amigas, recuperé el kilaje perdido y el pucho abandonado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario